La ansiedad o el trastorno de ansiedad, es una de las
patologías psicológicas más frecuente en nuestros tiempos.
Se trata de un patrón de respuestas de anticipación
involuntarias del organismo frente a estímulos que pueden ser externos o
internos, tales como pensamientos, ideas, imágenes, etc… que son percibidos por
el individuo como amenazantes y que se acompañan de un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de
tensión.
Esta patología, a diferencia del estrés (que es una
respuesta del organismo a situaciones del presente a las que se ve en
dificultades de dar respuesta), se basa en los pensamientos recurrentes que esa
persona tiene, acerca sobre todo, de situaciones futuras.
Como consecuencia, la ansiedad impide vivir el día a
día de una forma tranquila, sosegada y sobre todo ser feliz con la vida que uno
lleva. Los pensamientos ahogan a la mente de la persona que la padece y entonces
comienzan a aparecer los síntomas físicos, haciendo que se convierta en
situación aún más desagradable y disfuncional.
CAUSAS
Y CONSECUENCIAS
Durante toda nuestra vida, desde el embarazo hasta
este momento, vamos forjando nuestra identidad y nuestro “yo”.
En todo este proceso, aparecen factores que
predisponen a una futura aparición de la ansiedad. La falta de contacto o apego
en la crianza, haber crecido sin la atención y los cuidados necesarios, o
situaciones traumáticas en la infancia son algunos de ellos. Estos factores, debilitan
el “yo”, dificultando que esta persona pueda contener o dar respuesta de una
forma funcional a cada una de las situaciones amenazantes que van apareciendo
en su vida adulta.
Además, también identificamos una serie de patrones
conductuales que las personas que padecen ansiedad comparten:
*Pesimismo:
Ante una misma situación, los pensamientos negativos recurrentes agrandan el
problema y la ansiedad se multiplica.
*Perfeccionismo/alta exigencia: La ansiedad es consecuencia directa de la percepción
interna de no llegar a cumplir las expectativas que tenemos sobre algún hecho
concreto. Cuanta más exigencia o mayor sea la necesidad de que todo salga
perfecto, mayor será la presión y por tanto también la ansiedad al ver que no
se llegará a cumplir esa expectativa.
*Exceso de queja: La queja es un mecanismo adquirido desde la infancia para ser atendidos
y reconfortados. Buscamos el apoyo externo porque el propio no lo tenemos.
*Vivir en el futuro y la rumiación: Los problemas de ansiedad se acaban cuando somos
capaces de vivir en el presente, en el día a día, en lo que estamos haciendo.
Si por el contrario, vamos aglutinando pensamientos y preocupaciones futuras
anticipando el resultado de algo que todavía no ha llegado, además de estar en
constante tensión, no podremos nunca vivir nuestra vida.
*Comparación: El fenómeno más reciente observado es el exceso de comparación. Las
redes sociales han instalado una nueva forma de vida y de relación social y
aunque tengan muchos aspectos positivos, también generan altos niveles de
ansiedad al provocar una constante comparación de nuestra vida con la vida que
los demás quieren enseñarnos (que normalmente siempre son los mejores
momentos).
En cuanto a las consecuencias
de todo ello, podemos diferenciar entre consecuencias físicas o consecuencias
psicológicas, y entre ellas destacamos:
- Incapacidad de disfrutar del momento y de su vida.
- Insatisfacción constante.
- Presión extrema autoimpuesta.
- Falta de autoestima.
- Preocupación por el futuro.
- Síntomas físicos: Dificultad en la respiración,
nudos en el estómago, cefaleas, vómitos, insomnio, más predisposición a los
excesos (tabaco, alcohol, comida), tensiones musculares…
PROPUESTA
DE ACTUACIÓN
Hasta ahora, hemos visto algunos de los síntomas que
puede padecer una persona con un trastorno de ansiedad y los motivos
principales. Ahora bien, una vez detectamos esta patología, ¿qué actuaciones podemos seguir para
reducirla o hacerla desaparecer?
Os propongo algunas de las técnicas e intervenciones
que realizamos:
1. Autoconocimiento: El primer paso es ayudar a que esta persona pueda
conocer el origen de estos síntomas. Para esto, será importante conocer tanto
el desarrollo en sus etapas primarias como los acontecimientos vitales más importantes
que le hayan podido dejar secuelas.
2. Fortalecimiento del “yo”: Como hemos visto anteriormente, la persona que
padece ansiedad no se ve capaz de resolver sus problemas por ella misma y el
mundo cada vez se le hace más cuesta arriba. Todo ello, deriva también de una
falta de autoestima y de confianza en sí misma. Por ello, será importante que
esta persona recupere su fuerza interior y vuelva a quererse a sí misma.
3. Control de la respiración y liberación del
diafragma: Los síntomas físicos son
la consecuencia directa de los procesos mentales que en ese momento estamos
teniendo. En estos casos, la tensión, la incertidumbre, la desconfianza y la
constante anticipación, provocan un bloqueo importante en el diafragma (músculo
respiratorio) generando angustia, dificultad en la respiración, mareos, dolores
de cabeza etc. Por eso, para empezar a aliviar estos síntomas, será fundamental
el trabajo con la respiración.
4. Trabajo corporal: Todos los síntomas anteriores, no sólo se instalan
en el diafragma sino que además pueden afectar a las zonas maxilares, los ojos,
los hombros, el cuello y la espalda. A través de diferentes técnicas oculares y
corporales llamadas “actins” podemos empezar a desbloquear esas tensiones, que
a la vez liberarán un contenido de recuerdos inconscientes reprimidos que
ayudarán en el proceso terapéutico.
5. Atención plena o vivir “aquí y ahora”: Otro objetivo básico será ayudar a que esta persona
pueda empezar a vivir y a disfrutar del presente o a centrarse, sobre todo, en
lo que tiene delante. Además, en todo esto, será clave evitar las comparaciones
con otros y poder agradecer (casi diariamente) lo que uno tiene.
6. Control del pensamiento: La ansiedad es la patología del pensamiento porque
inunda nuestras mente de pensamientos recurrentes y de forma constante. Además,
suelen ser siempre negativos y agudizan nuestra crisis y nuestros síntomas. Por
ello, otra llave para poder rebajar esos niveles de ansiedad y preocupación
será controlar estos pensamientos.
En este sentido, el primer paso será fomentar el
“darse cuenta” de cuando un pensamiento se está convirtiendo en dañino.
Posteriormente, cuando éstos aparezcan, los deberemos combatir con argumentos
que los desacrediten, y por último, tener la capacidad de ponerles freno cuando
comiencen a ser recurrentes.
La ansiedad, junto a la depresión, son dos de los
grandes males de esta sociedad tan deshumanizada y ajetreada. Sólo las personas
que la padecen saben lo difícil que es hacerle frente, pero también es importante
saber que tiene solución y que no estás sol@ ante este problema. ¡Ponle freno!
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